jueves, 2 de mayo de 2013

Bifurcaciones mentales


Ellos se conocieron, como jóvenes intelectuales al fin, en un diplomado de literatura. No se habían visto nunca, pero un amigo en común los presentó.
Se miraron y nada pasó esa primera vez. No hubo fuegos artificiales, ni ruidos extraños en el estómago, los cuales según la abuela indican que hay amor. La primera clase y nada.

La segunda y ahí él percibió cierto encantamiento. Esa misma noche compartieron la velada junto a otros intelectuales que por cansancio desaparecieron uno a uno. Hasta que se quedaron solos. Ella no lo miraba directamente, pero él aseguraba, y asegura por su orgullo masculino, que había fuego.
Él no estaba seguro. Dudaba. Pero… Ella salió.
  • Y ahora – pensó él.
Pero ella volvió enseguida. Traía en sus manos una libreta manchada de tanto tacto y arrugada de tanta pasión. Abrió la boca y comenzó a leerle una erótica historia. Mientras sus labios describían cómo las manos del protagonista recorrían el cuerpo de aquella mujer y el deseo se activaba a la par que las miradas de deseo planteaban pasión, él trataba de descifrar el enigma. Aquellas manos volvían una y otra vez por el cuello, la espalda… de aquella mujer y él pensando si ella le decía algo; si ella lo quería; si eso que leía era su forma de pedir, de desear.
¡Basta!. Casi gritó él, ardiendo de deseo.
– Yo te gusto –inquirió él.
– No – objetó ella –esto es puro interés literario.

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