Me estoy quedando sola

Últimamente, cada vez que miro el mar siento odio. Es un odio doloroso, de sufrimiento. Antes él era el causante de mi paz, hoy es el que nos separa, nos aleja y nos obliga a distanciarnos.

Si, distanciarnos porque por mucho que nos extrañemos y hagamos de todo para saber siempre el uno del otro, cada día tienes menos tiempo y yo menos ganas de hablarte de mis cosas. Cada día hablas más inglés y yo más español.
No te recrimino tu decisión, pero coño, odio que mis amigos se vayan de uno a uno y me dejen necesitada de buscar nuevas personas que me entiendan como ustedes, que me mimen y oigan toda mi habladera de bobería un día cualquiera a las tres de la mañana.
Al único amigo que he defendido con garras y dientes en la escuela ante unos machangones, se fue; mi amiga, mi amiga a toda hora, la cuarta pata de nuestro equipo en el pre, se fue; aquel muchacho que tanto quise, el vecino, la de la tienda... toda esa gente que a lo mejor no eran amigos del alma, pero si gente querida e importantes en momentos cruciales, también se fueron.
Y ahora ustedes, la pareja más feliz que conocía, los contentos de todos los viajes, la gente que sin preguntarme sabían cuando hacía falta levantarme el ánimo, también se van y me dejan cada día más sola.
Pero esta vez me dolió de otra forma porque me enteré por un susurro, claro como las cosas han de andar ocultas...
Pero me dolió y me duele porque no hubo despedidas, como las otras veces, no hubo un no te preocupes, nos escribimos, como las otras veces. Fue tan callado, sin abrazos, sin lágrimas... en silencio...