martes, 2 de abril de 2013

El zapato de mi isla


Desde hace algunos meses un grupo de jóvenes que se hicieron amigos en la madeja de Internet cocinaban a fuego lento la idea de encontrarse en algún punto, muy cubano. Algunos de ellos gustan de desnudar sus almas a través de blogs, otros coinciden en sentimientos, pero, todos tienen la misma visión de la Cuba que viven, y por tanto quieren hablar de eso, o mejor dicho bloguear sobre la isla.
A ellos llegué gracias a una nube y una mariposa que conozco. Claro, el deseo de hablar, o, mejor dicho, de escribir desde adentro y con un estilo muy mío, ya estaba, solo que se agrandó cuando conocí que otros, como yo, lo hacían.
Y así, llena de ideas y deseos partí en tren hacia la gran Ciénaga de Zapata, con camagüeyanos nativos y otros adoptados como Mary. La salida no fue a las 4 y 20, pero muy cerca de la hora pactada.
La fauna cubana que nos esperaba se anunciaba de a poco en cada kilómetro que dejábamos atrás, pero como el embullo era mayor no nos amilanamos en la aventura que llegaba.
En el viaje muchas expectativas quedaron truncas como la de encontrarme cara a cara, (como en El agua regresa a la tierra), con un rombífer bien cubano de más de 3 o 4 metros. Pero, lo importante se logró: un grupo de jóvenes conversó sobre cómo bloguear en Cuba y sus mediaciones; se conoció desde adentro a Korimakao, un grupo de hombres y mujeres que llevan su casa a cuesta, contra viento y marea y sobre todo, conocimos la isla y parte de sus encantos como se merece, de verdad.
La Ciénaga nos regaló tocororos, ranas tan grandes como un zapato, jóvenes camagüeyanos que dejaron atrás sus casas para mostrar en Pálpite lo que mejor saben hacer: arte; amigos nuevos, reencuentros necesarios, canciones alejadas de la ducha, pero siempre esperadas, besos, abrazos, deseos compartidos y hasta malas caras que se luego se extrañarán.
La historia, los libros, los relatos de Arnaldo y mis conocidos de Matanzas nunca supieron describir la grandeza de ese pedazo de isla que es mucho más que carbón y cocodrilos, es una mezcla de sangre cubana con selva salvaje, de paz con exaltación que embriaga y cautiva.
La Ciénaga me dejó sin habla, sin neuronas; todas se fueron a vacacionar conmigo y me dejaron sola. Ahora solo guardo recuerdos, imágenes, sentimientos, nostalgias... de esa otra isla que es más bonita si se descubre en compañía.

3 comentarios:

  1. Gretel, no había visto este post. Lo comparto ahora mismo en el chat colectivo. Un abrazo también lleno de nostalgia

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  2. Viste que tenías que ir???? Y para Topes seremos más, la tropa camagüeyana propende a crecer con dos o tres más ahí que tengo embullaos bajo la manga. Es que estos viajes a mí me llenan tanto que no entiendo como otros blogueros se los pueden perder y me surge la urgencia de arrastrar a los demás coterráneos conmigo. Un abracito, Grey, qué bueno que estés compartiendo tantas cosas de la expedition.

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  3. Me alegro que escribas todo lo que mi tiempo no me ha dejado decir.... sigue blogueando, ya sabes las razones para hacerlo.. mariposas

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