miércoles, 30 de abril de 2014

EduardoTorres Cueva, un apasionado por la historia


“¿Ser historiador? ¡Que va, eso lleva mucha memoria!”. Así exclaman muchos cuando de escoger profesiones se trata. Las razones son disímiles y se erigen sobre la simple base del desconocimiento de su importancia. ¿Acaso nadie ha explicado que la Historia nos permitiría conocernos, o que es la encargada de apuntalar los puentes de conocimientos entre el pasado y el futuro forjando, además, las acciones del presente con el recuerdo de los hechos?

Al parecer, durante el camino se han perdido intensiones. Y los historiadores han dejado de ser los apasionados del pasado, pero, por suerte, aún existen buenos ejemplos como el doctor Eduardo Torres Cuevas, Premio Nacional de Historia, quien es de los convencidos que consideran a esta materia, digan lo que digan, como a la que “permite saber quién eres, de dónde vienes y adónde vas.
“Yo la diferencio mucho de la memoria, que es eso que conociste, porque la Historia es lo que pasó y está en documentos o se perdió, pero nos acerca a una compresión de los procesos por los cuales los pueblos pasan. Es la acumulación, la materia sobre la cual se elabora el conocimiento y de él se hace memoria, la cual no puedes perder porque así no eres nada, eres objeto de cualquier bandazo”.
¿Esas interrogantes fueron las culpables de que usted se adentrara en este mundo?
“Ante todo fue por un amor que nació desde niño. En la primaria comencé a sentir una pasión por la Historia y después en el bachillerato tuve la extraordinaria suerte de contar con Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo como profesores. Además, tenía una familia que la amaba mucho y pude tener libros. Pero el deseo nació primero con los sentimientos, luego como una exigencia, después como una responsabilidad y por último como un deber.
“Pero reafirmo que si en realidad queremos saber para dónde ir, nuestros errores, aciertos o la sociedad que queremos construir no podemos hacerla de la nada, ni inventarla, ni que caiga del aire, ni que alguien venga y nos traiga la explicación de quiénes somos. Estamos obligados a conocernos porque ese es el sentido real de porqué es necesaria en cualquier presente, es lo que llaman en lenguaje escrito el presente histórico”.
¿Qué papel jugaría entonces el historiador dentro de esa ecuación?
“Puede ser una especie de anticuario, que habla de cosas antiguas, pero que no tienen un efecto en el presente; puede también tomar el anecdotario y hacerse un contador de cuentos muy interesantes y muy entretenidos, pero que no arrojan nada nuevo, o intentar entender procesos que te explican cómo llegaste aquí.
“Tiene ante todo una gran responsabilidad y su oficio hoy es hacer entender el presente, para comprender la sociedad y salvar su unidad, para saber qué cosa es cubano, que no es solo un toque de tambor, es también Lecuona, la música bailable... y todo fluye por la necesidad que se sintió siempre de entendernos y de expresarnos porque la búsqueda de esa expresión, de lo común, es esencial para poder incidir en la sociedad que se forma”.
Pero los tiempos son otros, ¿no necesitarían esos nuevos historiadores algo diferente en su formación?
“Cada época tiene sus características. En mi experiencia ahora es similar a cuando yo estudiaba: vas a encontrar gente brillante o mediocre, otros impulsados por las circunstancias y que no les interesa mucho, pero cuando miras las generaciones unos tienen obras y otros no.
“Según mi opinión esta va a formar los mejores porque han tenido que enfrentar una realidad más complicada que la que ningún otro historiador se ha planteado, sobre todo la más reciente y viven en un momento en el que el futuro no es tan seguro como lo vieron otros, en otras épocas; por lo tanto tienen un reto mayor y ese reto les hace una exigencia mayor. Los muchachos se están haciendo preguntas y a pesar de que hemos bajado niveles culturales, las interrogantes son mayores y las búsquedas las están haciendo con la misma fuerza”.
O sea, se están arriesgando más. ¿Tomar riesgos forma parte de la profesión de historiar?
“Hace algunos años dije que yo he caminado siempre sobre el filo del cuchillo y me gusta. No me agrada la pasividad tranquila de una oficina. El mundo avanza corriendo peligro, y creo que el mayor placer de la Historia es cuando se camina sobre el filo del cuchillo”.
¿Y la filosofía, ayuda a la profesión?
“Tengo doble formación y me gusta porque cuando dices que vas a discutir conceptos, si no lo haces desde la filosofía te puedes quedar en el achatamiento. Para mí fue un privilegio poder trabajar en ambos lados, aunque mis trabajos tienden más a la historia del pensamiento que a la factual, aunque lo he hecho también porque sin una no puede existir la otra”.
Me decía que su amor por esta profesión comenzó en la primaria, ¿en estos tiempos cree que deba cambiar la metodología de la enseñanza de la historia para que otros niños puedan también enamorarse de ella y escogerla como una carrera?
“Creo que equivocamos caminos. Soy historiador por la primaria, por lo maestros porque discutíamos fervientemente, porque la Historia en la primaria es sentimiento y no puede entrar con categorías complicadas ni esquemas. Además, el profesor, como decía Karl Marx, también debe ser educado, formado y en este caso te diría que uno de los problemas con el cual debemos trabajar mucho es que el maestro tenga la cultura mínima.
“No se trata de leer un libro de texto y repetir lo que dice, sino enriquecer el contenido y llevarla al corazón del muchacho porque es ahí donde asientas el amor patriótico, el amor por tu comunidad, y el poder identificar los grandes valores. Ellos entienden cuando les ponen las cosas en términos reales, cuando se identifican con él porque guarda relación con su madre, con los sentimientos paternos y con la familia.
“Estamos obligados a hacer grandes cambios, y profundos, y no es solo del libro formal sino también en la formación del maestro de primaria. Hay que rescatar el espíritu porque nada se repite, los tiempos son otros, pero salvar toda nuestra Historia y la nación solo se hace de corazón y con el placer de dar clases”.

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