Se
miraron frente a frente.
Te
mataré – gritó.
No
lo creo – respondió él- yo te mataré a ti primero.
Hace
más de dos años que cumplían su rito de citarse todos los viernes
13 del año. Desde el primer día en que se conocieron se cayeron mal
y todo porque Juan no concebía que existiera otro hombre con dedos
tan iguales a los suyos.
Mientras que al otro Juan le daba lo mismo
coincidir en nombre y tener semejanzas de pulgares con un extraño; pero
ya se había cansado de ser buena gente así que aceptó el reto a
muerte y desde entonces, se encuentran y recrean físicamente esa
guerra psicológica.
Es una batalla de 10 minutos. Y aunque se
saluden, hablen de sus familias y los problemas que tienen y hasta se
den consejos o lloren en los hombros del otro, no son amigos, no
pueden ser amigos porque dos dedos, de personas tan diferentes, no pueden
ser iguales.
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