jueves, 19 de septiembre de 2013

Far far away


Él es un niño común. No tiene grandes atributos, gusta de jugar, comer, dormir... como todos. Tampoco tiene grandes aspiraciones: quiere estudiar, tener una bicicleta, ser bombero cuando sea grande y, si se puede, ser feliz y tener una familia normal.

Su nombre no lo se, tampoco importa. Pero su deseo si me importa. Hasta hace poco vivía en una casita, de esas con las que sueñan algunas mujeres con la cerquita blanca de tan perfectas que son, junto a sus padres. Y era feliz.
Pero un día el macho alfa que es su progenitor llegó a la casa con una joven, rubia y muy hermosa. -Se van de esta casa que es mía- vociferó.
Ahí concluyó la felicidad. Su madre lloró, suplicó, golpeó por un derecho que creía que era suyo. El niño lloró, gritó, volvió a llorar y sus ojos se incharon de tanto intentar comprender esa nueva realidad.
-Lo siento pero tienes que quedarte con ellos- le dijo la madre entre sollozos. Le abrazó fuertemente con la idea de que sintiera su amor y se lo guardara en las gavetas del recuerdo y de que a la vez comprendiera de que era lo mejor.
-No tengo a donde llevarte hijo mio. Mamá no tiene dinero ni otra casa, ni familia, pero en cuanto encuentre algo te busco.
Pasó el tiempo y el niño allí. Todos los días sufría maltratos de la joven y hermosa rubia que resultó una bruja. Es que el niño estorbaba para sus planes. Casi ni iba a la escuela, ni comía, pero a nadie le importaba. Casi no soñaba como los otros niños, pero a nadie le importaba.
Hoy su madre le visita, cuando puede. Encontró casa, pero con marido incluido. Él no cabe. Cuando ella llega el niño es casi feliz, pero solo unos segundos.
Ahora la maestra se queja de su falta de interés, de su suciedad, de su agresividad, de su falta de respeto... de su cambio, tal parece que la maestra no sabe que él ya no es feliz, que vive en un mundo muy pero muy lejano al suyo.

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