martes, 25 de junio de 2013
Felicidades Papi
Ya sé que ha pasado tiempo y que el día del padre ya fue. Algunos creerán que estoy un poco atrasada o perdida, pero es que he tenido unos días… mejor no me justifico, yo sé que mi padre no se molestará por ello.
Decir que es el mejor está de más, él lo sabe. Pero, por una afección congénita que me impide decir lo que siento a los cuatro vientos, lo que no sabe con seguridad es que le quiero y mucho.
Desde pequeña mi hermana y yo nos repartimos el cuidado de nuestros progenitores: ella se encargaba de mami y yo de papi, por eso no le perdía ni pie ni pisada. Si iba a trabajar me quería ir con él, si iba a una fiesta también me enrolaba, aún cuando fuera en el medio de la nada.
Crecí y la misión no ha cambiado, solo que otras responsabilidades me impiden acompañarle más. También el acto de crecer me ha alejado de nuestras conversaciones personales. Ahora los dos llegamos agotados, nos tiramos en un mueble y resumimos el día, a veces y desgraciadamente, con un hola. Pero otros días volvemos al careo “político” en el que yo le quiero hacer entender el mundo a mi manera y caemos, como en la infancia, en el cuento de que él es más viejo que yo. Y yo cedo, por amor, porque me convence a veces y porque no debe ser fácil cambiar la cosmovisión de un mundo que ya tienes inoculado, aprehendido y convertido en tuyo.
Aunque eso solo sucede muy pocas veces porque él se ha convertido en un open main que me asombra día a día.
Por suerte solo nos hemos fajado a muerte una vez en la vida: cuando decidí optar por periodismo como profesión. No le gustaba la idea, decía que iba a pasar hambre, que esa carrera no servía, que yo debía estudiar medicina y punto. Esa idea suya casi divide a la familia y lastra mis sentimientos por él.
Pero al fin y al cabo soy su hija y por tanto, cabecidura. Así que hice lo que quise y me gradué de periodismo. Claro durante los cinco años de estudios le hice ver la belleza de esta profesión y a medida que me iba enamorando, él comprendía mejor, hasta el punto de apasionarse y decir hoy con orgullo que su hija es periodista.
Y aunque no se lo he dicho con palabras yo también estoy orgullosa de que sea mi padre, mi amigo, mi cómplice… además, no solo nos parecemos físicamente, sino espiritualmente. Ya el día de los padres pasó y se lo dediqué completamente a él. Obvié mi desagrado y repudio por la cocina e hicimos tamales juntos, compartimso en familia, nos reímso de nuestras boberías... Le dije de todas las formas que conosco que le quiero y que le deseaba muchas felicidades, solo me quedaba plasmar con las letras esas ideas y decirle con palabras, como prefiero: ¡Papi felicidades!
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