“CU-455…Seawell.
“¡Tenemos una explosión y estamos descendiendo inmediatamente! ¡Tenemos fuego a bordo!”
Silencio total. Cuatro minutos más tardes se escucha:
“¡Eso es peor! ¡Pégate al agua! ¡Felo, pégate al agua!”
¿Qué cubano no ha escuchado esta grabación y conoce sobre el atentado a un avión de cubana de aviación en Barbados en pleno vuelo? Todos. Todos conocen la historia de la muerte de los jóvenes esgrimistas; pero, a veces, con el paso del tiempo, olvidan que esos seres humanos tenían sueños y una vida por delante.
No tengo en mi poder alguna información secreta de aquel día siniestro, pero su recuerdo prevalece en las líneas de un libro que transformó mi clásica visión del suceso. “Vuelo 455” del escritor Juan Carlos Rodríguez, es un libro que va más allá de esa grabación que se proyecta cada año.
Con el libro te conectas con la esencia de aquellas muertes, con las vidas de aquellos cubanos y sus sueños por cumplir. Llorar, es inevitable, sufrir, sentir, maldecir… esas muertes, es inevitable. Nadie sobrevivió, solo quedaron sus espadas, los restos del avión, extintores, casetes con confesiones amorosas, una gorra, una muñeca, ropa de bebé…
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